jueves, 18 de noviembre de 2010

Implicarse en política


Carlos López (4Esquinas)
La denostación del político es uno de los deportes más practicado en los últimos tiempos. Hablamos de los políticos como si fueran alguna casta especial, unos enviados de no se sabe dónde que algún malvado espíritu nos impone para sufrir sus decisiones. Olvidamos con alegre facilidad que ser político, en sí mismo, no es nada. Político puede ser cualquiera que quiera serlo, que tenga vocación y voluntad. No se exige nada en especial, basta con proponérselo y tener algo de suerte para llegar al cargo. Nada más. Pero nos olvidamos de esto.
Al mismo tiempo, uno de los lamentos más socorridos es el de lo poco preparados que están la mayoría de los políticos. Desearíamos médicos, arquitectos, ingenieros, abogados, en definitiva, profesionales cualificados en diversos menesteres que ocupasen nuestras Corporaciones Locales. Por contra, solemos encontrar personas de corto recorrido y escasa preparación profesional, por no decir sin ocupación y con intención de aquilatarse una soldada maja. Y nos quejamos amargamente.
Pero las cosas son así. La política va quedando para funcionarios y personas que no tengan ocupación profesional. Cada vez se va estrechando más el cerco y se van yendo más lejos lo más cualificados. Y no es de extrañar.
Estos días atrás conocíamos la dimisión del concejal de Hacienda, Eduardo Pérez. En el entorno del gobierno y de la oposición ya se venía escuchando este rumor. La semana pasada se hizo real. Eduardo Pérez no ha dado ningún tipo de explicación pública, algo que tampoco hubiese estado mal, puesto que los vecinos hemos puesto parte de la gestión de nuestros intereses en sus manos durante estos últimos tres años y medio. Pero no iba yo a eso. Fue el alcalde quien escuetamente argumentó que el ex-concejal había tomado la decisión de marcharse para volver a su tarea profesional, a la empresa en la que estaba trabajando cuando optó por implicarse en política.
Eduardo Pérez es una de esa personas por las que generalmente se suspira para ocupar estos cargos. Es lincenciado en química y ocupaba un puesto directivo en una empresa de dos centenares de emplados. Ahora, al volver a su trabajo, le han dado con la puerta en las narices. Se ha quedado sin empleo. Además, hay quien ha puesto sombras de duda sobre su marcha. A Eduardo se le podrá criticar la gestión o no, pero sería una injusticia dudar de su voluntad de compromiso para implicarse en política. El agradecimiento que ha encontrado ha sido ese, la puerta en las narices. Con estos precedentes ¿ustedes creen que a quienes pudieran ser válidos les quedan ganas de intentar gobernarnos?

2 comentarios:

  1. Este problema no es menor, demuestra hasta donde hay y cuál es el nivel de la democracia en la sociedad de este país, que no olvidemos que se abrió paso a palos y a regañadientes, es decir todo lo contrario que en EEUU y en Europa.

    Por ello, dedicarse a la política, al sindicato o a la organización social solo está para enamorados de la sociedad, a los cuales en su familia, los llaman gilipoyas y en la calle se preguntan ¿qué querrá este?

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  2. Queramos o no, acaban enquistándose a la sociedad,
    convirtiéndose en élite. Lo único que nos salva es que, los dirigentes, son personal comunes como nosotros, que tienen ese gen del poder.

    Siempre tiene que haber alguien dirigiendo la manada.

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